lunes, 9 de julio de 2012

Sobre animales bipolares y enfermedades seculares


Sobrevivimos a la peste negra, a la tisis, la tuberculosis, el spleen, la neurosis, la cocaína y el opio para que ahora nos digan que somos bipolares. Y nadie se salva, es el nuevo mal del siglo y la receta es clonazepan de 2 mg, medio a la mañana y medio a la tarde porque es mucho mejor estar todo el día de pasta que esa psicótica intermitencia entre un chimpancé en celos y un emo jamaiquino.

Me levanté con una tos convulsa y agónica, envuelto como un pucho en una masa de colcha sudada y llena de moco que hacía una sola cosa amorfa y gelatinosa conmigo. Peste negra, tisis, tuberculosis, trioval, ambay con miel... y con los primeros rayos de sol entró Rose Mary a la pieza con el desayuno. Capuccino instantáneo y crackers con queso untable, el cielo, el cielo, el cielo.

Después de haber leído ABC digital y de haber tomado un par de tazas de capuchino quedamos con Rose en que iríamos a almorzar a Dragón y Fénix. Pleno día de Julio, el aire frío, el cielo azul, el sol más luminoso que nunca, Isabella durmiendo en el regazo de su mamá y en la radio una canción serena como nuestro ánimo. Sólo nos interrumpía a cada tanto una explosión de tos, peste bubónica, ratas, campesinos medievales engrillados en una mazmorra.

Y entonces, así, de la nada, explotó una discusión idiota que se transformó en una gesta infernal. El hipogrifo contra el caballero negro bajo las llamas eternas de las discusiones pelotudas. Por suerte la nena durmiendo, a salvo en un sueño láctico o submarino donde los sonidos llegan como algas que se mueven con las olas. AAAJjjjjjj Ajjjjjj Ajjjjjj aaaajjjj, tos de mierda.

Nos separamos en el Dragon y Fenix, Rose e Isa se tomaron un taxi en la esquina y yo me quede ahí solo. Pedí arroz blanco, acelga china y un té de jazmín. Estaba de nuevo en el polo depresivo, en el limbo emo y entonces una revelación me sacó del mundo para llevarme a un espacio enteramente poético. Una florecita de jazmín blanca flotando en el agua del té, como un espíritu o un inmenso calamar del fondo del mar o el camisón de la ahogada ascendiendo de lo oscuro para decirme algo al oído. ¿pero qué carajo?

La cuenta y de nuevo a la casa, para hacer las paces y esperar el próximo pico de euforia de la bipolaridad generacional.




DRAGON Y FENIX: Sobre República Francesa a una cuadra de Petirossi. 
Recomendado para los carnívoros las orejas de cerdo.





miércoles, 13 de junio de 2012

@BarrabaRevival

@BarrabaRevival


Sentir nostalgia por las cosas que acaban de pasar es un síndrome de nuestro siglo. Steve Jobs creo generaciones que duraron un año como el Ipod y los tamagoshis que ayer eran la mascota digital hoy es un llavero vintage en la campera de un post-flogger. 





Incluso llegue a escuchar The Suburbs de Arcade Fire en vinilo ¡el año pasado!. En el presente en que todos estábamos colgadísimos con el disco que acababa de ganar un Grammy, su sello discográfico ya estaba haciendo su traje analógico para los putos nostálgicos vinileros/caseteros/foto-en-negativo de la última década. El túnel comunicativo-tecnológico en el que estamos se desprendió de sí mismo para dar la vuelta la manzana en la dirección opuesta mientras corre hacia adelante. 

Tu iPhone emula cámaras de los años 60, las series comienzan con esas tomas aéreas onda helicóptero sobre el puente de Brooklyn y la imagen ñembo lavada analógica, de repente todos los champiñones se transforman en tu reebok con el tobillo alto que te ponías para rebotar una pelota de basket por la pared. 

En lo que tiene que ver con mi panza y la ciudad no me había pasado. No es lo mismo atropellar un piracaldo del Lido porque sigue estando ahí enfrente al Panteón (que tampoco es vitange si no estás familiarizado con el término), no es lo mismo que postear una foto con tu mozo de toda la vida del San Roque, porque el loco sigue ahí trayendo la birra en el mismo chopp de cerámica, cuando las cosas no se van como Hotel California no hay ese techagau de lo perdido que uno rescata en su mundo simbólico al hacerse una estúpida remera de Ricardo Rodas Bill con una tipografía de época diciendo FANTASÍA. 

Estoy orgulloso de decir que habré sido uno de los primeros en morder ese jugoso capricho del viaje en el tiempo al probar, año 2012, mes de junio, lunes 11, el primero en comer, atención, una hamburguesa de Barrabar (aplauso ochentoso - consiste en aplaudir lentamente e ir aumentando progresivamente en ritmo y volumen para culminar con gritos de aprobación). 








Tiene que ser la auténtica en este caso para que funcione, y la que sirven en Tres Caracolas es. Había sido la mamá de Kangai Maciel, Gerente del  Barcito-Bistró ubicado en Paseo del Ángel sobre Boggiani, era la propietaria de Barrabar y la que tenía la receta guardada. Agenda en tu esmarfoun o en tu bipper que todos los martes podes comer la misma receta elaborada por la misma cocinera, con otro pan, con ketchup casero, con un agregado ñembovivantista, de esa hamburguesa que se hacía a pasos de Pura Manía cuando la 97.1 lanzaba el compilado de Rock Py Evolución 2000 '94 y Wasmosy hacía méritos ganándose el marcante de Was-morfi (era comida, linda coincidencia).




La hamburguesa se cocina en el mismo papel manteca donde sirven, sale medio quemadito, y adentro un viejo amor de tu barriga cocinado a punto. Quiero comer otra vez, pero primero quiero alquilar el video de gimnasia de Cindy Crawford y que alguien porfavor me diga donde puedo conseguir una botella de RC Cola.




viernes, 9 de marzo de 2012

¿So soja o so jamón?

¿Por qué alguien que dice ser vegetariano necesita una hamburguesa de soja? ¿quiere decir que los vegetarianos del mundo están sentados al lado nuestro mirando nuestras hamburguesas? ¿Por qué las milanesas de soja tienen gusto a mondongo? ¿La croqueta de soja es un travesti? Preguntas que alguna vez me hice en el patio de la universidad, cuando una simpática new age con el pelo sucio me ofrecía hamburguesas de soja con mayonesa de papa en un tupper transparente y yo me negaba agitando la cabeza con una enorme sonrisa Kalhil-Gibrán-habilitá-el-bong.

Pregunta que me hice esta siesta frente a la bufetera de confitería Ángela que no tenía ningún defecto como propuesta herbívora: tempura de vegetales, tarta de zuchini, arroz frito con verduras, empanadas de acelga con semillas de sésamo. Hasta que revuelvo con el cucharón unos apetitosos porotos blancos saltados con cubitos de j-a-m-o-n-d-e-s-o-j-a.

¡Por qué! Desde la mortadela hasta el ibérico de bellota no hay nadie que te iguale lechoncito hermoso, y ¡tus huesos crujiendo en mis incisivos! ¡tu matambrito a la parrilla chorreando grasa y avivando el fuego! ¡te amo, nunca me voy a vestir de repollo en un carnaval ni me voy a pintar un ojo en la frente!

¡Por que!

¡Por qué os metéis con el jamón maldita soja! ¡Vampira! ¡Travesti mal maquillado se te ve el paquete por detrás!

En fin. Las tortillitas estaban exquisitas, el arroz frito estaba muy bien y los porotos blancos cocinados en su punto, duritos, como se espera en un restaurante que podría aspirar al veganismo absoluto cuando entienda que la carne nunca va a querer parecerse a la soja, mirame cuando te hablo: NUNCA.

Confitería Ángela
10 puntos, rico todo y a buen precio.
Alfredo Seiferheld a dos cuadras de Rca. Arg.

Precio
Plato: 11 mil (por peso).
Jugo (purifrú): 6 mil

Total: 17.000