miércoles, 13 de junio de 2012

@BarrabaRevival

@BarrabaRevival


Sentir nostalgia por las cosas que acaban de pasar es un síndrome de nuestro siglo. Steve Jobs creo generaciones que duraron un año como el Ipod y los tamagoshis que ayer eran la mascota digital hoy es un llavero vintage en la campera de un post-flogger. 





Incluso llegue a escuchar The Suburbs de Arcade Fire en vinilo ¡el año pasado!. En el presente en que todos estábamos colgadísimos con el disco que acababa de ganar un Grammy, su sello discográfico ya estaba haciendo su traje analógico para los putos nostálgicos vinileros/caseteros/foto-en-negativo de la última década. El túnel comunicativo-tecnológico en el que estamos se desprendió de sí mismo para dar la vuelta la manzana en la dirección opuesta mientras corre hacia adelante. 

Tu iPhone emula cámaras de los años 60, las series comienzan con esas tomas aéreas onda helicóptero sobre el puente de Brooklyn y la imagen ñembo lavada analógica, de repente todos los champiñones se transforman en tu reebok con el tobillo alto que te ponías para rebotar una pelota de basket por la pared. 

En lo que tiene que ver con mi panza y la ciudad no me había pasado. No es lo mismo atropellar un piracaldo del Lido porque sigue estando ahí enfrente al Panteón (que tampoco es vitange si no estás familiarizado con el término), no es lo mismo que postear una foto con tu mozo de toda la vida del San Roque, porque el loco sigue ahí trayendo la birra en el mismo chopp de cerámica, cuando las cosas no se van como Hotel California no hay ese techagau de lo perdido que uno rescata en su mundo simbólico al hacerse una estúpida remera de Ricardo Rodas Bill con una tipografía de época diciendo FANTASÍA. 

Estoy orgulloso de decir que habré sido uno de los primeros en morder ese jugoso capricho del viaje en el tiempo al probar, año 2012, mes de junio, lunes 11, el primero en comer, atención, una hamburguesa de Barrabar (aplauso ochentoso - consiste en aplaudir lentamente e ir aumentando progresivamente en ritmo y volumen para culminar con gritos de aprobación). 








Tiene que ser la auténtica en este caso para que funcione, y la que sirven en Tres Caracolas es. Había sido la mamá de Kangai Maciel, Gerente del  Barcito-Bistró ubicado en Paseo del Ángel sobre Boggiani, era la propietaria de Barrabar y la que tenía la receta guardada. Agenda en tu esmarfoun o en tu bipper que todos los martes podes comer la misma receta elaborada por la misma cocinera, con otro pan, con ketchup casero, con un agregado ñembovivantista, de esa hamburguesa que se hacía a pasos de Pura Manía cuando la 97.1 lanzaba el compilado de Rock Py Evolución 2000 '94 y Wasmosy hacía méritos ganándose el marcante de Was-morfi (era comida, linda coincidencia).




La hamburguesa se cocina en el mismo papel manteca donde sirven, sale medio quemadito, y adentro un viejo amor de tu barriga cocinado a punto. Quiero comer otra vez, pero primero quiero alquilar el video de gimnasia de Cindy Crawford y que alguien porfavor me diga donde puedo conseguir una botella de RC Cola.




No hay comentarios:

Publicar un comentario